No sé hasta qué punto ha podido ser útil escribir nuestros objetivos en una página de papel y recibir las recomendaciones de nuestros compañeros cuatro meses después. En cualquier caso, voy a hacer mi propia valoración de si he logrado alcanzarlos o no:
¡Parece un buen resumen de todo lo que ha supuesto el curso!
- Saber trabajar en equipo: Rotundamente sí. Al empezar el cuatrimestre en febrero uno de mis mayores temores era tener que abandonar mi dinámica de trabajo individual para acomodarla a la del resto de los integrantes del grupo. Y es verdad, la tuve que acomodar, pero si bien al principio costó un poco más desprenderse de costumbre ya adquiridas para introducir otras nuevas, pasado el primer proyecto todo fue rodado. Sin embargo, hay que decir que trabajar con amigos a los que conoces bien y con los que tienes confianza siempre es de gran ayuda a la hora de fijar plazos y construir una dinámica de grupo. ¡Y de los errores también aprendí! Después de la falta de comunicación que percibí en el segundo proyecto, me dije “una y no más”. Y a partir de entonces si tenía que pasar de los whatsapps que no me respondían, llamaba y trataba de aclarar con la persona el tema que me preocupaba o que sentía que teníamos que cambiar. Una llamada de voz en estos casos, como pude comprobar, es más efectiva y más cercana que tropecientos mensaje instantáneos y otros tantos emoticonos. Por otra parte, también me propuse tomar la iniciativa del grupo en diversas ocasiones, y, por ejemplo, decidí hacerme cargo del puesto de jefe de proyecto en el cuarto proyecto, no porque considerara que lo iba a hacer mejor que los otros, sino porque sabía que iba a ser un reto para mí tener que tirar del grupo y quería afrontarlo. Así pues, puedo decir con mucha seguridad que ahora tengo más capacidad de trabajo en grupo. Aunque, claro está, es una de esas competencias que se van labrando durante toda la vida ;-)
- Saber traducir mejor en menos tiempo: Tengo mis reservas en este punto. He observado que quizás me lleva más tiempo que a otras personas traducir la misma cantidad de texto (y también he constatado el caso contrario). No me definiría como un traductor lento pero sí como uno perfeccionista. Una vez que traducía mi parte, no me gustaba subirla a dropbox y dejar que el revisor se hiciera cargo de ella, mientras yo pasaba a otra cosa. Siempre me gustaba leerlo por encima para detectar cualquier error que se me pudiera haber escapado. Y quizás sea pueda llegar a ser un defecto para el futuro, pero por el momento no considero que me haya ido tan mal. Siempre cumplía con los plazos establecidos por el grupo tanto si era una época de mucho trabajo como si no. Por tanto, dejémoslo en que, en cuanto a la rapidez, me doy por satisfecho (aunque siempre está la puerta abierta a mejorar).
- Saber traducir tipos de texto con los que todavía no he trabajado: Afirmativo. Antes de empezar el curso no me hubiese sido capaz de adivinar toda la variedad de tipos de texto con la que me tendría que enfrentar. Quizás el mayor reto (en cuanto a la tecnología que se necesitaba para llevar la tarea a cabo) fue la traducción de la ROM de “Labyrinth”, el videojuego ochentero para Nintendo; no obstante, también debo decir que fue el más gratificante, una vez que habíamos separado todos los obstáculos. Por otra parte, ahora soy mucho más consciente de que la documentación es un paso esencial para cualquier traductor que se precie. ¡Cómo no recordar, por ejemplo, la traducción para las bodegas de la Rioja Alavesa! Por todo ello, podría afirmar que la versatilidad le permite a un traductor trabajar con cualquier tipo de texto, aunque no tenga ni pajolera idea del tema. En conclusión: he conseguido borrar muchos de mis miedos en lo que se refiere a traducir textos que me suenen a chino aunque estén escritos en inglés.
¡Parece un buen resumen de todo lo que ha supuesto el curso!